En este cuadro se representa como una niña adulta que mama de los pechos de su nana indígena en una clara alusión a su ascendencia indígena. Los ductos y las glándulas mamarias se revelan sobre la superficie de un seno, formando un diseño parecido al de los tallos de una planta. La nana de Frida maciza y morena, concreta el patrimonio indígena, la tierra, las plantas y el cielo de México. Como si sintiera simpatía hacia la madre de la lactante, están hinchadas las venas blancas de la hoja gigante que aparece al fondo. Las gotas de lluvia en el cielo, son la leche de la virgen.
“Aparezco con el rostro
de una mujer adulta y el cuerpo de una niña en los brazos de mi nana, sus
pezones gotean leche y el cielo también. Salí viéndome como niña y ella tan
fuerte, tan empapada de sustento, que me dieron ganas de dormir”. Afirmó que
pintó la cara de la nana como máscara, porque no se acordaba de cómo era. Sin
embargo el asunto es más complicado: Aunque Frida haya querido darle una
apariencia optimista y tranquilizadora a la nana, hay pocos elementos
reconfortantes en el aspecto de la misma: La temible máscara de Teotihuacán,
con los ojos vacíos y fijos, difícilmente podría ser más espeluznante, como figura
materna. Parece una máscara funeraria. Frida no se ve como una niña
somnolienta, satisfecha y mimada. La mirada penetrante que dirige hacia el
espectador parece indicar que está absorbiendo junto con la leche, que escribe
como “empapada de sustento”, el conocimiento terrible del propio destino. El
cuadro es una analogía obvia al motivo de la “Madona Caritas” la virgen que
amamanta al niño Jesús. Es posible que exista una dimensión más en mi “Nana y
yo”. La espantosa mujer tiene el pelo negro suelto y las cejas unidas, lo que
señala que es una ascendiente de la niña o quizá otra parte de Frida misma. En
este cuadro una parte de Frida nutre a la otra y se convierte en el elemento
que sostiene la vida dentro de la dualidad Frida-adulta.
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