sábado, 6 de septiembre de 2014

LA VENADITA (1946)






Es un cuadro pintado en 1946. En él Frida expresa su dolor y sufrimiento. La venadita corre a través de un claro mientras 9 flechas atraviesan su cuerpo que sangra mientras su rostro permanece impasible observando al espectador. El cuadro también señala el sufrimiento psicológico. Ella Wolfe dice que la venadita expone “la agonía de vivir con Diego”. En este cuadro Frida vuelve a usar objetos estropeados para señalar sus heridas tanto físicas como psicológicas. Troncos macizos de madera seca y agrietada, con ramas rotas, representan la descomposición y la muerte. Las nudosidades y cortadas de la corteza reflejan las heridas en la ijada del venado. Debajo de sus patas se encuentra un delgado y frondoso vástago verde parte de un joven árbol y símbolo de la juventud interrumpida de la artista así como del venado. Indica también la simpatía de Frida por las cosas rotas. A lo lejos permanece la esperanza que se refleja en el mar azul.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

MI NANA Y YO. (1937) 30 x 35 cm.




En este cuadro se representa como una niña adulta que mama de los pechos de su nana indígena en una clara alusión a su ascendencia indígena. Los ductos y las glándulas mamarias se revelan sobre la superficie de un seno, formando un diseño parecido al de los tallos de una planta. La nana de Frida maciza y morena, concreta el patrimonio indígena, la tierra, las plantas y el cielo de México. Como si sintiera simpatía hacia la madre de la lactante, están hinchadas las venas blancas de la hoja gigante que aparece al fondo.  Las gotas de lluvia en el cielo, son la leche de la virgen.
“Aparezco con el rostro de una mujer adulta y el cuerpo de una niña en los brazos de mi nana, sus pezones gotean leche y el cielo también. Salí viéndome como niña y ella tan fuerte, tan empapada de sustento, que me dieron ganas de dormir”. Afirmó que pintó la cara de la nana como máscara, porque no se acordaba de cómo era. Sin embargo el asunto es más complicado: Aunque Frida haya querido darle una apariencia optimista y tranquilizadora a la nana, hay pocos elementos reconfortantes en el aspecto de la misma: La temible máscara de Teotihuacán, con los ojos vacíos y fijos, difícilmente podría ser más espeluznante, como figura materna. Parece una máscara funeraria. Frida no se ve como una niña somnolienta, satisfecha y mimada. La mirada penetrante que dirige hacia el espectador parece indicar que está absorbiendo junto con la leche, que escribe como “empapada de sustento”, el conocimiento terrible del propio destino. El cuadro es una analogía obvia al motivo de la “Madona Caritas” la virgen que amamanta al niño Jesús. Es posible que exista una dimensión más en mi “Nana y yo”. La espantosa mujer tiene el pelo negro suelto y las cejas unidas, lo que señala que es una ascendiente de la niña o quizá otra parte de Frida misma. En este cuadro una parte de Frida nutre a la otra y se convierte en el elemento que sostiene la vida dentro de la dualidad Frida-adulta.